Columna de Katherine Vergara, Directora de Contenidos y Alianzas deIngeniosas
¿Cómo llegamos los educadores al 44% de los hogares sin acceso a un computador con internet?
Una de las primeras áreas que se vio afectada con la pandemia es la educación. Como educadores pensamos inmediatamente en las clases online. Estas se presentaron como el recurso más utilizado para reemplazar las clases presenciales. Clases por zoom, Jitsy y otros medios de videoconferencia, trabajos en blackboard, pizarra blanca, Moodle y otros sistemas online de educación fueron nuestra primera línea de defensa en la educación chilena.
Lamentablemente esto ocasionó que la brecha en acceso a la educación de calidad creciera. Ya no solo era un tema de recursos económicos haciendo distinción entre niñas y niños de liceos públicos y colegios privados, sino que, por motivo de la crisis, tuvimos que agregar otro índice de vulnerabilidad que teníamos olvidado: la brecha digital.
No es una indicador que no existiera antes de la pandemia, pero sí en la educación lo teníamos muy abajo en la lista de prioridades mientras luchábamos por reducir otras desigualdades que parecían, en ese momento, más importantes.
Según Subtel en nuestro país el 44% de la población no tiene acceso a un computador con internet, lo que dificulta el acceso a clases online de muchas niñas y niños.
Así también, de las familias que cuentan con un computador, en estos momentos los están usando las madres o padres para realizar teletrabajo lo que disminuye el acceso de las niñas a un computador en horario laboral para conectarse a clases virtuales con un horario predefinido.
Sumado a esto, existe una tasa de analfabetismo digital en el país que alcanza al 25% de personas que no sabe cómo utilizar un computador o un smartphone, así como un 15% de personas que no entiende cómo usar el internet.
Si consideramos este contexto nos damos cuenta que el formato de clases online es sumamente restrictivo para docentes y estudiantes. Perpetúa la brecha de educación y deja una vez más a las niñas y niños más vulnerables fuera de las oportunidades.
Es momento de que comencemos a pensar en un formato más amplio como pueden ser las clases remotas, aumentando así los recursos y herramientas educativas con los que podemos llegar a más niñas y niños.
Las clases remotas no se realizan en liceos o establecimientos educacionales, sino que en las casas de los estudiantes, pudiendo tener o no alguna herramienta tecnológica para su desarrollo que ayuden de manera virtual el aprendizaje, pero su principal diferencia subyace en que no utilizan el computador o la internet como un recurso fundamental para su desarrollo.
En Chile, las oportunidades en las que podemos apoyarnos para realizar clases remotas y desarrollar estrategias educativas innovadoras son varias, empezando por el amplio acceso a la televisión que tenemos en el país, donde existe un promedio de 2.7 televisores por casa. Esto permite pensar en un canal de televisión estatal que entregue clases a las niñas y niños de Chile, según su curso, con material didáctico durante todo el día.
Así también el nivel de analfabetismo en el país según CASEN, es solo de un 6.4% y en su mayoría son adultos fuera de la edad escolar. Esta es una valiosa oportunidad para llegar con el recurso escrito, como revistas, comic e impresos en general, que de manera lúdica entregan la información necesaria a los estudiantes. Los recursos impresos también nos permiten utilizar recursos tecnológicos que permitan algún tipo de educación virtual complementaria, como clases en video o educación online como clases por teleconferencia, a las que se puede acceder a través de un código QR.
Por otra parte, gracias a la gestión ministerial que ha mantenido abierto el canal de comunicación entre la familia y el liceo para entregar canastas alimentarias que son entregadas cada semana, se puede tener acceso a las casas de las familias para entregar productos educativos en esa misma instancia sin necesidad de gestionar otro canal o incurrir en gastos de envío. Entrega de recursos impresos, pendrives, videos de clases, materiales de trabajo para ciencias, tecnología, artes y estimular a los estudiantes a trabajos prácticos en su casa.
Finalmente, el acceso a los celulares smartphone es mucho mayor que el acceso a un computador en las familias chilenas, donde existe casi un 57% de familias con un celular con internet, existiendo además en el país más celulares que habitantes. Utilizar los sensores del celular para realizar clases interactivas o Apps offline es un recurso que no podemos olvidar.
Lo que aprendamos como educadores en el manejo de esta crisis es una aprendizaje que seguirá dando fruto en los años venideros. Si estamos tratando de acompañar a la comunidad educativa durante esta crisis que nos pide actuar rápido y eficazmente, pero no podemos olvidar que esta crisis es la puerta que se abre a un nuevo mundo de desafíos. El mundo educativo no volverá ni debería volver ha ser el mismo. Tenemos hoy la oportunidad, aunque sea forzada, de crear metodologías innovadoras de educación que nos permitan llegar por fin a los estudiantes más vulnerables de nuestro país.