Columna de opinión
Bárbara Bonati
Presidenta Fundación Ingeniosas
Construir estereotipos de género es muy fácil. Por el contrario, derribarlos es muy difícil.
La noticia de que las mujeres seleccionadas en la educación superior aumentaron un 5,4% este año y que en carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) la representación femenina alcanzó un 32%, es un logro que aplaudimos desde Fundación Ingeniosas. Celebramos igualmente las políticas públicas destinadas a reducir las brechas de género como el programa “Más Mujeres Científicas” (+MC). Sin embargo, estas cifras, aunque alentadoras, deben analizarse con una mirada crítica. Aumentar los cupos y las becas no basta si no abordamos las causas estructurales de la subrepresentación femenina en STEM: los estereotipos y las barreras de género que comienzan a formarse desde la infancia.
Chile sigue enfrentando una brecha de género preocupante en áreas STEM. Según el Informe de Matrícula 2024, Tecnología es el área con mayor matrícula de pregrado (27,1%), pero el interés femenino en estas carreras no crece al mismo ritmo que en otras áreas como Salud o Ciencias Sociales. Mientras que las universidades ofrecen cada vez más cupos y becas para mujeres, el problema radica en que muchas niñas ni siquiera llegan a considerar estas áreas como una opción viable.
Estudios muestran que, en educación básica, el 75% de las niñas expresan interés en las Ciencias Naturales, pero ese interés se desploma al 30% cuando llegan a la educación secundaria. Este dato contrasta con los niños, quienes mantienen un interés constante del 60%. Estas cifras son una alerta clara de que el desinterés no ocurre de manera espontánea, sino que está directamente relacionado con los prejuicios y estereotipos que las niñas internalizan desde pequeñas.
El momento crítico para intervenir es en el primer ciclo básico, cuando las percepciones de niñas y niños sobre las Ciencias y las Matemáticas aún pueden ser moldeadas. En esta etapa, las niñas todavía tienen la oportunidad de construir confianza en sus habilidades matemáticas y científicas. Sin embargo, si no se actúa de manera intencionada, los prejuicios y estereotipos comenzarán a arraigarse, haciendo cada vez más difícil revertirlos.
La educación secundaria es un momento tardío para generar cambios significativos. Para cuando las niñas llegan a 8° básico, muchas ya han internalizado la idea de que las matemáticas son “difíciles” o que las ciencias son “para hombres”. Si no logramos cambiar esta percepción a tiempo, las niñas no se sentirán capaces ni interesadas en aprovechar las becas o cupos exclusivos que existen en las universidades.
La brecha de género en STEM no es solo una cuestión académica; es un problema de equidad social y económica. Chile no puede permitirse seguir desaprovechando el talento de la mitad de su población. Para cambiar esta realidad, necesitamos democratizar la Ciencia y la Tecnología, asegurándonos de que todas las niñas, independientemente de su contexto socioeconómico o geográfico, tengan acceso a herramientas y experiencias significativas en estas áreas.
El verdadero cambio en la participación femenina en STEM se debe construir desde la base, específicamente en la educación básica, donde se cultiva la curiosidad científica y la confianza en sus propias capacidades. Más allá de becas y cupos universitarios, es esencial inspirar a las niñas desde las aulas, las conversaciones familiares y actividades prácticas que demuestren que la ciencia es emocionante y accesible.
Chile tiene la oportunidad de liderar un cambio transformador en la representación de las mujeres en STEM, pero este cambio requiere un compromiso real con la equidad desde las primeras etapas educativas. Ahora es el momento de actuar. Las niñas de hoy son las científicas, ingenieras y tecnólogas que construirán el futuro.